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Jeremy Leaman

Una camisa de talla única que no le siente bien a nadie: a vueltas con el monetarismo europeo

21/06/2012
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La Unión Europea (en adelante, UE) es una fuente inagotable de paradojas. El Banco Central Europeo (en adelante, BCE) es una de ellas. Hay muchas otras. Estrechamente asociadas con los límites estructurales que pesan sobre el proceso legislativo de la UE y con la peculiar “arquitectura” del proceso de toma de decisiones de la UE, así como con la aparente incapacidad institucional de reconocer o siquiera aprender de los errores. El académico alemán Martin Jänicke, en su libro State Failure usa la metáfora del “tanque/Panzer” para describir el “privilegio de no tener que ser inteligente” y “de perseverar”, sin que sean relevantes las consecuencias inmediatas de las acciones propias. La misma metáfora podría aplicarse a las acciones del BCE, al instrumento clave de la política fiscal europea, el Pacto de estabilidad y crecimiento, y al antecedente y modelo del BCE, el Bundesbank alemán (. . .)

Jeremy Leaman es Senior lecturer en Estudios Europeos y Alemanes en la Facultade de Historia, Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Loughborough

El artículo fue publicado en El Cronista n.º 29 (junio 2012)

I. INTRODUCCIÓN

La Unión Europea (en adelante, UE) es una fuente inagotable de paradojas. El Banco Central Europeo (en adelante, BCE) es una de ellas. Hay muchas otras. Estrechamente asociadas con los límites estructurales que pesan sobre el proceso legislativo de la UE y con la peculiar “arquitectura” del proceso de toma de decisiones de la UE, así como con la aparente incapacidad institucional de reconocer o siquiera aprender de los errores. El académico alemán Martin Jänicke, en su libro State Failure usa la metáfora del “tanque/Panzer para describir el “privilegio de no tener que ser inteligente” y “de perseverar”, sin que sean relevantes las consecuencias inmediatas de las acciones propias. La misma metáfora podría aplicarse a las acciones del BCE, al instrumento clave de la política fiscal europea, el Pacto de estabilidad y crecimiento, y al antecedente y modelo del BCE, el Bundesbank alemán:

“Un conductor de tanques puede ser estúpido y ciego. Al contrario que el ciclista, no necesita adaptarse a los molestos obstáculos con que se encuentra. Los problemas son ‘externalizados’: quien sufre los daños no es el conductor, sino el ambiente. En el caso del ciclista, por su parte, los problemas anejos a la conducción son completamente internalizados” (Jänicke 1986: 158).

La metáfora se aplica sin gran esfuerzo a la institución, a la estructura, aunque no a las personas/agentes que trabajan en el BCE y en el Sistema Europeo de Bancos Centrales en cuya cúspide se encuentra el BCE. Mientras la institución se comporta como un panzer, las personas que trabajan en ella se adaptan a su inmutabilidad valiéndose de la inteligencia propia de un ciclista. Hay pruebas de sobra de que quienes forman parte del BCE, al igual que sus homólogos en la Comisión, no suscriben la ortodoxia institucional que impera en sus políticas, pero se resignan a conservar la apariencia de uniformidad doctrinal como un faute de mieux. Probablemente el BCE es demasiado joven para haber forjado un mito de infalibilidad, como aquel que rodea al Bundesbank y en el que muchas personas (quizás demasiadas) creen firmemente, pero a la vez esta es la razón por la que el BCE goza del dudoso privilegio de ser mucho más difícil de reformar que su modelo. La ley del Bundesbank de 1957 podría, en teoría, haber sido modificada por una mayoría parlamentaria. En el caso del BCE, de conformidad con el Tratado de la Unión de la Unión Europea de 1992, se requiere la unanimidad de todos los Estados miembros para modificar el régimen de sus competencias y responsabilidades. Lo que redunda en la inmutabilidad en la práctica del marco normativo del BCE. A ello va unido el hecho de que el BCE no está sujeto a un marco de rendimiento de cuentas democrático y efectivo. Lo que lleva a preguntarme: ¿Cómo podemos lidiar con un tanque con diciesiete/veintisiete conductores, los cuales no disponen ni de mapas ni de brújulas fiables?

El análisis que sigue en estas páginas no pretende en modo alguno estar libre de juicios de valor. Deriva por el contrario de un conjunto de presupuestos filosóficos, éticos y político-económicos que influyen en la interpretación de las estructuras, procesos, sucesos y “hechos” que se consideran.

El primero de tales presupuestos afirma que la vida humana en el mundo en que vivimos está caracterizada por una profunda interdependencia, lo que implica una exigencia ineludible de cooperación y de solidaridad a nivel local, regional, nacional e internacional si se quiere asegurar la supervivencia de la humanidad y de su hábitat. El segundo atiene a la observación/convicción de que “las sociedades más equitativas casi siempre funcionan mejor” (Wilkinson y Pickett 2010) y que desigualdades notables en términos de riqueza, ingresos y acceso a los recursos son nocivas para el progreso humano. El tercero es que la teoría económica es, en el mejor de los casos, una ficción heurística para simplificar la comprensión de procesos parciales y, en el peor de los supuestos, un peligroso obstáculo para la comprensión de los sistemas interdependientes de organización humana. El cuarto es que la economía política en cuanto disciplina interdisciplinaria proporciona una base más adecuada para el diagnóstico de los problemas socioeconómicos y para soluciones prescriptivas más aventajadas que la teoría económica “a secas”.

II. ASIMETRÍAS MÚLTIPLES

El Bundesbank –el incuestionable padre del Banco Central Europeo– fue el actor más destacado en la economía alemana de posguerra, la cual se caracterizaba por una rígida separación de poderes entre las diversas instituciones encargadas del gobierno macroeconómico. Su dirección autónoma de la política monetaria fue protegida frente a los titulares de la política fiscal (democráticamente responsables) a nivel tanto federal como regional y local. Durante cuatro décadas, su diseño institucional se distinguió netamente del propio de los restantes bancos centrales europeos (con la excepción del caso suizo). El Bundesbank predeterminó el margen de maniobra disponible para los ministros de finanzas y las haciendas locales, en este sentido subordinados al Bundesbank, y no principales del mismo –como era el caso de los restantes bancos centrales nacionales europeos, dependientes y subordinados a las autoridades fiscales (cf. Leaman 2001: pp. 114 y ss.). El Bundesbank contuvo las políticas fiscales y monetarias anticíclicas como parte de su tarea esencial de garantizar la “estabilidad de precios”, invocando la teoría cuantitativa del dinero en sus informes periódicos sobre los cambios pertinentes en las tasas de refinanciación a corto plazo (Discount y Lombard), fijando objetivos para el aumento futuro del volumen de emisión de dinero e ignorando repetidamente las preferencias del gobierno federal al incrementar los tipos de interés en periodos de contracción cíclica (ibid. pp. 193 y ss.). No obstante, el relativo éxito de la política económica alemana en el mantenimiento de índices de inflación por debajo de la media durante la estanflación de los años 1974-1984 fue atribuido en gran parte al Bundesbank (véase Balkhausen 1992), más que a la fortaleza sistémica de Alemania en cuanto economía caracterizada por la innovación en la industria y el comercio. Esto condujo a la amplia difusión de la imagen (aunque silogística) de que la autonomía funcional del banco central era una condición previa y necesaria para una política monetaria exitosa.

... (Resto del artículo) ...

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