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Alexander Somek

¿Qué está en juego en Europa?

22/06/2012
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Durante la antigüedad, la polis era considerada el espacio en el que una vida verdaderamente humana era al mismo tiempo posible y sostenible. Conforme a la conocida cita de Aristóteles, sólo los animales o las cosas pueden vivir fuera del espacio político. La vida humana necesita de la comunión con otros para poder desarrollarse.
La polis ideal es un lugar en el que aquellos considerados plenamente humanos son libres e iguales en categoría. Solo quienes por su naturaleza están destinados a ser esclavos o a ocupar posiciones inferiores se mantienen subyugados a otros. Puesto que son incapaces de mantener el justo equilibrio entre la inteligencia y las partes más turbulentas de su alma, no están preparados para comportarse sin las directrices de terceros. Pero incluso en estos casos, se puede afirmar que una buena polis ayuda a los humanos a alcanzar y mantener la correcta composición de las diversas partes de su alma. (. . .)

Alexander Somek es Catedrático Charles E. Floete de la Facultad de Derecho de la Universidad de Iowa.

El artículo fue publicado en El Cronista n.º 29 (junio 2012)

Europa ha legado al mundo dos ideas políticas fundamentales: la polis y el Estado. Es difícil imaginar cómo los humanos podrían haberse considerado alguna vez a sí mismos como seres políticos, de no haber sido por la ideas de polis y de Estado.

I. POLIS

Durante la antigüedad, la polis era considerada el espacio en el que una vida verdaderamente humana era al mismo tiempo posible y sostenible. Conforme a la conocida cita de Aristóteles, sólo los animales o las cosas pueden vivir fuera del espacio político. La vida humana necesita de la comunión con otros para poder desarrollarse.

La polis ideal es un lugar en el que aquellos considerados plenamente humanos son libres e iguales en categoría. Solo quienes por su naturaleza están destinados a ser esclavos o a ocupar posiciones inferiores se mantienen subyugados a otros. Puesto que son incapaces de mantener el justo equilibrio entre la inteligencia y las partes más turbulentas de su alma, no están preparados para comportarse sin las directrices de terceros. Pero incluso en estos casos, se puede afirmar que una buena polis ayuda a los humanos a alcanzar y mantener la correcta composición de las diversas partes de su alma. Platón, quien como es bien conocido no estaba demasiado convencido de las ventajas del autogobierno, creía que la estructura de la ciudad ideal reflejaría a su vez la estructura del alma humana ideal. Si cada aptitud encuentra su sitio adecuado y desempeña su función correcta, la polis puede alcanzar la justicia. Todos y cada uno aportan su grano de arena y contribuyen a una vida armoniosa.

En cualquier caso, esta corriente de pensamiento político clásico, que tuvo un impacto duradero en Europa, presuponía que los humanos son plenamente humanos cuando coexisten juntos dentro de un espacio político; es decir, cuando ellos mismos conciben su vida situada en un lugar específico del mundo en el que gobiernan con, y son gobernados por, su propio pueblo –y ningún otro pueblo–. Y sustentan esta forma de vida localizada ocupándose de los asuntos públicos. Lo que hacen y deciden podrá calificarse como bueno si ellos mismos son “cívicamente virtuosos”, esto es, si han cultivado actitudes que son propicias para la consecución del bien común. Lo relevante en el contexto político son cualidades como la honestidad, el civismo, la valentía y el sentido de la justicia. Es a través de la síntesis de tales virtudes que los humanos, en tanto que seres políticos, poseen la virtud de un ciudadano. Aunque la vida depende físicamente de la agricultura, el comercio y la industria, la vida política se eleva por encima de los límites inherentes a las vicisitudes de los negocios. El comercio y la industria vinculan a las personas a la esfera de la necesidad, donde estos responden simplemente a necesidades, con independencia de lo artificiales que en realidad sean éstas. También sitúan a la vida humana en una posición en donde han de enfrentarse constantemente al desafío de la adaptación a circunstancias cambiantes. En esta esfera de la experiencia, la elección es un acto de adaptación. Una vez que la vida se eleva por encima de esto, el pueblo comprende cuánto pueden conseguir si actúan de manera colectiva. La acción común efectiva, sin embargo, presupone una zona de impacto delimitada. Es en virtud de sus límites geográficos que las comunidades interiorizan que sea lo que sea aquello que hagan de manera colectiva, esa acción colectiva es relevante y hace la diferencia.

II. ESTADO

El espacio es la clave de otra idea primaria, la idea de Estado. Por un lado, la idea de Estado supone un control total sobre un territorio. Para ser más exactos, el Estado supone estar en condiciones de hacer valer sobre un territorio aquello que estime conveniente quien tenga la última palabra. Solo el control del territorio garantiza la soberanía. Si uno goza tan solo de una autoridad funcional, otro tendrá que coordinar acciones con quienes comparten el mismo espacio, a fin de obtener aquello que se pretende. Quienes son soberanos, en cambio, no dependen de la ayuda de nadie. Tienen jurisdicción. La soberanía es la libertad de la edad moderna.

Más importante es, quizás, el efecto que tiene la soberanía sobre los individuos. Según Hobbes, la soberanía no es solo una condición de facto de la existencia humana. Es también una condición de iure ya que crea una obligación de obedecer. Y además, constituye en lo más profundo una fuente de razón. Cualquiera sea el límite que se pueda establecer a la persecución del interés particular por parte de los súbditos, tan pronto como sea decretada por el soberano, estos podrán hallar también en él su verdadera razón práctica. La gente puede sostener diversas creencias acerca de lo que es y no es moralmente correcto, pero en último término, les será impuesto autoritariamente por el Estado lo que sea y no sea correcto. Puesto que a la soberanía se atribuye la autoridad común, también se atribuye la razón justa. Lo que el pueblo no puede obtener o alcanzar sobre la base de su sola razón subjetiva, el Estado como institución lo obtiene y lo alcanza por ellos. En virtud del Estado, el pueblo es elevado por encima de sus intereses particulares. En realidad, Hegel se limitó a repetir esta idea básica, cuando afirmó que el Estado supera la reciprocidad internamente conflictiva de la sociedad civil con el fin de alcanzar la universalidad.

III. IMPERIO COMERCIAL

La Unión Europea se encuentra en las antípodas de ambas ideas. Como es evidente, la superación de la soberanía forma parte de su más profundo ethos. Pero además, no se encuentra de ningún modo ligado a la idea de constituir un espacio en el que libres e iguales se unan en el esfuerzo de sostener una forma de vida en común. La Unión Europea ni es un Estado ni una polis.

En su actual diseño, la Unión Europea se vislumbra claramente como un imperio comercial. Aunque posiblemente nunca se haya proyectado como tal, la Unión parece haber adquirido finalmente esta forma debido a diversos giros accidentales en el curso de su historia.

... (Resto del artículo) ...

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