MITT JUBILA ASESORES
Barack Obama ganará las elecciones del 6 de noviembre gracias a haberlas convertido en una decisión muy básica entre dos arquetipos. El suyo, una renovación oportuna del sueño americano que hace sentir bien a la mayoría y el que representaría Mitt Romney, un millonario distante y desconectado de los problemas reales de los ciudadanos, que habría ganado las primarias gracias a su considerable fortuna. El candidato republicano ha permitido durante demasiado tiempo que los demócratas le presenten así y ha contribuido con sus frecuentes errores de comunicación a que las elecciones sean más sobre símbolos que sobre propuestas. Tras conocerse el video en el que confesaba no contar con el 47% de los votantes en un acto restringido con donantes, tenía dos posibilidades, pedir disculpas por tamaña sinceridad o afirmar que al criticar a los subsidiados y a los exentos de pagar el impuesto de la renta estaba defendiendo la iniciativa privada y la libertad individual. Ha elegido esta segunda opción durante unos días. Pero enseguida ha descartado transitar por esta senda que le ata al mensaje libertario y dogmático del Tea Party. Así que ha decidido liberarse de asesores y mostrarse a los votantes más como es él, sin tantos mensajes prefabricados. La nueva consigna de campaña, más Mitt, es el último cartucho y no está libre de riesgos: el mormón es poco natural y tiende a decir a cada audiencia lo que esta quiere escuchar, quizá para compensar su falta de empatía y lograr aceptación. Mientras, Obama, distanciado en las encuestas, prepara al milímetro los tres debates presidenciales los días 3, 16 y 22 de octubre, el último tren del republicano para recuperar el terreno perdido. El cuartel demócrata sabe que los votantes indecisos en los pocos Estados aún en el aire no sienten animadversión por Obama, el único refugio psicológico para la movilización republicana final.