SARKOZY DE LA NOCHE AL DÍA
Como temían sus rivales, Nicolás Sarkozy es mucho mejor candidato que gobernante. Aunque hasta hace poco se le daba como seguro perdedor en las elecciones presidenciales, las cosas ya no están tan claras. Los dos favoritos insisten en los tópicos más queridos del populismo francés a izquierda y derecha y el debate de ideas ha quedado en segundo plano. Sarkozy amenaza con sacar a Francia de Schengen y Hollande con guillotinar el pacto franco-alemán de austeridad. La diferencia es que el actual presidente siempre tuvo más gancho como vendedor. Hiperactivo y muy audaz, no teme pedir la cabeza de los millonarios, algunos tan amigos suyos como Carla Bruni o de quitarle el copyright antiinmigración al Frente Nacional. Le falta credibilidad a la hora de proponer reformas económicas, porque su presidencia ha ido de más a menos en el rediseño del costoso Estado francés. Pero su apetito voraz de poder, tan incomparable que sorprendió a la nada ingenua Yasmina Reza, cronista de su anterior campaña presidencial, funciona como un motor a reacción, incluso mejora con el viento en contra Tal vez el talón de Aquiles del hijo de un inmigrante húngaro sea vestir el traje de monarca republicano.
Como señaló Leopoldo Calvo-Sotelo en una espléndida Tercera, Sarkozy no tiene los modos y formas de hacer política propios de los presidentes de la V República No oficia de sumo sacerdote de la cosa pública y su imagen es todo menos solemne y reservada Tampoco lo encarna el favorito inicial, Hollande, un miembro gris del aparato socialista y un embalsamador del imposible sector público francés. Únicamente se beneficia del hastío de parte de la población hacia este singular presidente. Los socialistas necesitarían a alguien como el innombrable Strauss-Kahn, quien de no haberse autodestruido, hubiera sido la opción francesa alternativa al papel hegemónico de Merkel sobre el gobierno económico europeo.